La ubicación geográfica que posee Mazatlán nos acerca entre ríos y montañas a pintorescos pueblos coloniales fundados siglos atrás por la conquista española. Ávidos de riqueza, los conquistadores  explotaron la minería haciendo florecer el encanto de estos pueblos de calles empedradas, como Rosario, Pànuco, Concordia y Còpala. La arquitectura vernácula de sus caseríos nos muestra techos  inclinados de madera y teja, fachadas  encendidas en colores que alegran el paisaje, destacando en ellos imponentes iglesias. 

Dignas de visitar son las misiones que los jesuitas construyeron para evangelizar a los renuentes indígenas; San Ignacio, San Javier, Cabazan y La Labor. Pueblos cargados de leyendas.

¡Qué bonito es el Quelite! dice la canción… aquí, una sola calle es el pueblo, colmado de helechos, bugambilias y de hospitalidad, a sólo 20 minutos de Mazatlán.

En este recorrido nos encontramos con La Noria, donde podemos  observar  la elaboración artesanal del licor de agave azul en la Vinata de Los Osuna y degustarlo en el ambiente libre del campo.

Los alrededores ofrecen  una arraigada tradición artesanal: muebles de madera, alfarería tradicional, herrería y talabartería. Llevar recuerdos a casa.

Buscando más en la región encuentras el sitio arqueológico de Las Labradas,  enigmático centro ceremonial y el conjunto de petroglifos aún sin descifrar, ubicado en la playa.

Sin duda, la experiencia de conocer estos lugares incluye degustar deliciosos platillos sinaloenses en restaurantes típicos, con tortillas del comal y pan recién salido del horno. ¡Buen provecho!